lunes, 28 de febrero de 2011

Yo no creo en… los ateos


Ya es casualidad que Porthos y yo hayamos coincidido en el mismo tema en la misma semana, aunque, afortunadamente, en aspectos diferentes. Si él comentaba el lunes sobreaquellos católicos que se “enorgullecen” de tener amigos ateos, yo hoy expondré por qué no creo en los ateos, o para ser más precisos, por qué no creo en su ateísmo. He de advertir que todo lo que diga a continuación se referirá a la mayoría de ateos porque esa es mi experiencia, pero seguro que alguna excepción habrá, especialmente en lo que se refiere a la segundo punto.

Dicho esto, no creo por tres razones.

En primer lugar, no creo en ellos porque la mayoría lo son por comodidad. Piensan que vivir sin Dios en más fácil que con Él y, por tanto, sencillamente, “no creen”. Pero no han estudiado la cuestión seriamente (me da risa cuando alguno responde que fue a un colegio de curas). Si se les pregunta por sus motivos, dirán que la ciencia ha demostrado que Dios no existe (?), que las religiones son un mito (?), que la religión es un fenómeno ya superado (???)… o cualquier otra cosa que hayan oído por ahí, especialmente en la televisión.Pero pocos han dedicado el tiempo que merece a estudiar una cuestión tan trascendente; ni piensan hacerlo.

En segundo lugar, por su incansable empeño en desacreditar, incluso menospreciar, a los creyentes. Es como si les molestáramos, como si algo en sus conciencias les avisara de que somos un peligro o una amenaza. De ahí que los creyentes seamos pobres dogmáticos ignorantes, incapaces de razonar y necesitados de mitos donde agarrarnos para esconder nuestra inmadurez, mientras que ellos son reflexivas e inteligentes mentes, estandartes de la verdad, que devolverán al mundo la cordura perdida. Y yo me pregunto: ¿por qué esta manía contra la religión y los creyentes? Quizás sea lo del refrán de que “muerto el perro, se acabó la rabia”, que traducido a nuestro asunto viene a ser “muerta la religión, se acabó el problema de conciencia”.

Y en tercer lugar, porque no creer en Dios por considerarlo innecesario, inexistente, etc., les lleva a creer en cualquier cosa por ridícula que sea. Porque si Dios no existe ¿cómo explican la existencia del universo? ¿O, más aún, la misma Existencia? Qué es más absurdo ¿creer en un Ser creador o en una creación “autocreada”? ¿En un Ser que da comienzo a la historia o en una materia infinita? En definitiva lo de Chesterton.

En resumen, no creo en los ateos. Y ellos, faltaría más, son libres de no creer en mí…

Aramis

PD: hay un cuarto motivo por el que no creo en los ateos: es llamativo cuántos de ellos empiezan a “creer” cuando se acerca “su hora”. Será que le ven las orejas al lobo y que más vale tomar precauciones. Por si acaso.

FUENTE: http://www.religionenlibertad.com

CARTAS DEL DIABLO A SU SOBRINO (Lewis) VII


VII

Mi querido Orugario:

Me asombra que me preguntes si es esencial mantener al paciente ignorante de tu propia existencia. Esa pregunta, al menos durante la fase actual del combate, ha sido contestada para nosotros por el Alto Mando. Nuestra política, por el momento, es la de ocultarnos. Por supuesto, no siempre ha sido así. Nos encontramos, realmente, ante un cruel dilema. Cuan¬do los humanos no creen en nuestra existencia perdemos todos los agradables resultados del terrorismo directo, y no hacemos brujos. Por otra parte, cuando creen en nosotros, no podemos hacerles materialistas y escépticos. Al menos, no todavía. Ten¬go grandes esperanzas de que aprenderemos, con el tiempo, a emotivizar y mitologizar su ciencia hasta tal punto que lo que es, en efecto, una creencia en nosotros (aunque no con ese nombre) se infiltrará en ellos mientras la mente humana per¬manece cerrada a la creencia en el Enemigo. La «Fuerza Vital», la adoración del sexo, y algunos aspectos del Psicoanálisis pueden resultar útiles en este sentido. Si alguna vez llegamos a producir nuestra obra perfecta —el Brujo Materialista, el hom¬bre que no usa, sino meramente adora, lo que vagamente llama «fuerzas», al mismo tiempo que niega la existencia de «espíri¬tus»—, entonces el fin de la guerra estará a la vista. Pero, mientras tanto, debemos obedecer nuestras órdenes. No creo que tengas mucha dificultad en mantener a tu paciente en la ignorancia. El hecho de que los «diablos» sean predominante-mente figuras cómicas en la imaginación moderna te ayudará. Si la más leve sospecha de tu existencia empieza a surgir en su mente, insinúale una imagen de algo con mallas rojas, y per¬suádele de que, puesto que no puede creer en eso (es un viejo método de libro de texto de confundirles), no puede, en conse¬cuencia, creer en ti.

No había olvidado mi promesa de estudiar si deberíamos hacer del paciente un patriota extremado o un extremado pacifista. Todos los extremos, excepto la extrema devoción al Enemigo, deben ser estimulados. No siempre, claro; pero sí en esta etapa. Algunas épocas son templadas y complacientes, y entonces nuestra misión consiste en adormecerlas más aún. Otras épocas, como la actual, son desequilibradas e inclinadas a dividirse en facciones, y nuestra tarea es inflamarlas. Cual¬quier pequeña capillita, unida por algún interés que otros hombres detestan o ignoran, tiende a desarrollar en su interior una encendida admiración mutua, y hacia el mundo exterior, una gran cantidad de orgullo y de odio, que es mantenida sin vergüenza porque la «Causa» es su patrocinadora y se piensa que es impersonal. Hasta cuando el pequeño grupo está origi¬nariamente al servicio de los planes del Enemigo, esto es cierto. Queremos que la Iglesia sea pequeña no sólo para que menos hombres puedan conocer al Enemigo, sino también para que aquellos que lo hagan puedan adquirir la incómoda intensidad y la virtuosidad defensiva de una secta secreta o una «clique». La Iglesia misma está, por supuesto, muy defendida, y nunca hemos logrado completamente darle todas las características de una facción; pero algunas facciones subordinadas, dentro de ella, han dado a menudo excelentes resultados, desde los parti¬dos de Pablo y de Apolo en Corinto hasta los partidos Alto y Bajo dentro de la Iglesia Anglicana.

Si tu paciente puede ser inducido a convertirse en un objetor de conciencia, se encontrará inmediatamente un miembro de una sociedad pequeña, chillona, organizada e impopular, y el efecto de esto, en uno tan nuevo en la Cristiandad, será casi con toda seguridad bueno. Pero sólo casi con seguridad. ¿Tuvo dudas serias acerca de la licitud de servir en una guerra justa antes de que empezase esta guerra? ¿Es un hombre de gran valor físico, tan grande que no tendrá dudas semiconscientes acerca de los verdaderos motivos de su pacifismo? Si es ese tipo de hombre, su pacifismo no nos servirá seguramente de mucho, y el Enemigo probablemente le protegerá de las habituales consecuencias de pertenecer a una secta. Tu mejor plan, en ese caso, sería procurar una repentina y confusa crisis emotiva de la que pudiera salir como un incómodo converso al patriotis¬mo. Tales cosas pueden conseguirse a menudo. Pero si es el hombre que creo, prueba con el pacifismo.

Adopte lo que sea, tu principal misión será la misma. Déjale empezar por considerar el patriotismo o el pacifismo como parte de su religión. Después déjale, bajo el influjo de un espíritu partidista, llegar a considerarlo la parte más importan¬te. Luego, suave y gradualmente, guíale hasta la fase en la que la religión se convierte en meramente parte de la «Causa», en la que el cristianismo se valora primordialmente a causa de las excelentes razones a favor del esfuerzo bélico inglés o del pacifismo que puede suministrar. La actitud de la que debes guardarte es aquella en la que los asuntos materiales son trata¬dos primariamente como materia de obediencia. Una vez que hayas hecho del mundo un fin, y de la fe un medio, ya casi has vencido a tu hombre, e importa muy poco qué clase de fin mundano persiga. Con tal de que los mítines, panfletos, políti¬cas, movimientos, causas y cruzadas le importen más que las oraciones, los sacramentos y la caridad, será nuestro; y cuanto más «religioso» (en ese sentido), más seguramente nuestro. Podría enseñarte un buen montón aquí abajo.

Tu cariñoso tío,

ESCRUTOPO

Una alemana va a prisión por negarse a que sus hijos reciban la educación sexual del Estado


Muy reciente es el caso de una madre de doce hijos llevada a la cárcel nada menos que por seis semanas por haberse negado a someter a tres de sus hijos a las lecciones de educación sexual impuestas por el ordenamiento escolar del Estado. Y no es la primera vez.
En septiembre de 2010 una madre de cuatro hijos estuvo cinco días en prisión y en el pasado agosto un padre de doce hijos pasó cuarenta por los mismos motivos. Igual suerte ha recaído también sobre la cabeza de otra madre (de nueve hijos, el mayor de 14 años y el más pequeño de 10 meses) la cual podría cumplir 21 días de cárcel, como también su marido. Sucede todo esto en la mismísima ciudad, en el mismísimo colegio y por el mismísimo motivo. Esto es, en Salzkotten, en el lan del norte de Reno-Westfalia, en la Alemania central, donde tiene la sede la escuela elemental Liborius donde están inscritos los hijos de muchas familias de fe cristiana baptista indignadas de cuanto les viene sucediendo. La cosa más chocante, sin embargo, es que la Liborius es sencillamente un colegio católico. Pero en Alemania es así: nadie puede sustraerse, y menos un colegio privado, a los programas de los colegios decididos por el Estado en los cuales desde 1970 está contemplada también aquella educación sexual que desde 1992 viene siendo enseñanza obligatoria para todos, hoy con parte “práctica”.
La guía del colegio para la sexualidad tiene previsto, además, un maratón de varios días del cual forman parte algunos espectáculos teatrales en los cuales los jovencísimos estudiantes están obligados a tomar parte en primera persona. Por lo demás Alemania es el país donde , en julio de 2007, estalló la bomba del Bundeszentrale für gesundheitliche Aufklärung (el Centro federal alemán de educación para la salud) donde una funcionaria del ministerio para Asuntos familiares difundió en el país dos folletos con los cuales se invitaba, digamos de modo desenvuelto, a los padres a “jugar a los médicos” con los propios niños (se trataba de dos libretos preparados con esmero para otras tantas etapas de edad: 12-36 meses y 4-6 años de edad) y sobre los cuales llovieron rápidamente las acusaciones de “pedofilia de estado”.
Ahora, en Salzkotten, sucede que diversas familias baptistas están desde hace años echando un pulso de hierro a la Liborius, pero en realidad al Estado Alemán, juzgando contrarias al propio credo religioso las clases de educación sexual propuestas (desde 2005) por el colegio y por ello oponiendo una resistencia pasiva fundada en la objeción de conciencia. Mejor, dicen , afrontar el delicado tema dentro de las paredes de casa. Y, sin embargo, desde 2006 la legislación alemana prohibe sin la más mínima excepción y reprime duramente todo concepto y práctica de “home-schooling”, aquel fenómeno sin embargo absolutamente legal y muy difundido, por ejemplo, en los Estados Unidos de América, donde la garantía de la escolarización y de la educación corresponde a los padres y a los tutores encargados ad hoc.
Hace pocas semanas ha llegado la policía a Salzkoten, ha levantado acta de acusación a la madre por sustracción del menor de la obligación escolar, ésta no ha pagado la multa impuesta y el caso ha concluido con 43 días de expulsión para la señora. Por lo demás, las familias acusadas no han violado la ley alemana sobre el “home-schooling”: pero han manifestado su intención de retirar completamente los hijos del colegio para educarlos privadamente, sencillamente los han retirado de una enseñanza de la sexualidad que, en conciencia, como el derecho internacional permite hacer a los padres, consideran moralmente inaceptable.
A la base de todo esto también están además dos casos “madre” que se remontan a Febrero de 2007. Wili y Anna Dojan son padres de 8 hijos, Eduard y Elisabeth Eischeidt tienen a su vez 3. Ambas familias son cristianas baptistas, ambas familias tenían simultaneamente una joven de once años, respectivamente Lilli y Franciska; ambas familias al mismo tiempo han debido, por decisión del colegio, someterse a un curso de 4 días de educación sexual incluyendo también una participación interactiva y obligatoria en el espectáculo MeinKörper
Gehört mir, es decir, “mi cuerpo me pertenece”. Probar, en suma, para aprender … El `padre y la madre entonces han visto con sus propios ojos y han pensado que sus hijos habrían merecido cualquier otra cosa. Nunca habrían imaginado que terminaría todo en los tribunales.
L’ Alliance Defense Fund (ADF), una organización estadounidense, nacida en 1994, para reunir asociaciones y abogados en defensa de la libertad religiosa a nivel internacional, ha llevado los casos de los Dojan y de los Eischeidt ante la Corte Europea de los derechos humanos. El abogado de la ADF que los defiende, Roger Kiska de Bratislava, sostiene que es un derecho sacrosanto de la familias, en este caso alemanas, el poder oponerse por motivos de conciencia a una enseñanza que evidentemente choca con la Convención Europea de los derechos humanos y de las libertades fundamentales (1950), concretamente el artículo 2 del Protocolo adicional aprobado el 20 de marzo de 1952 el cual establece: El derecho a la instrucción no puede ser rechazado por nadie. El Estado, en el ejercicio de las funciones que asume en el campo de la educación y de la enseñanza, debe respetar el derecho de los padres de asegurar tal educación y enseñanza según sus convicciones religiosas y filosóficas”.
Conjuntamente, la ADF está defendiendo actualmente también a cinco familias que se encuentran en la obligación en conciencia de resistir a una situación grave que cuando, hace pocas semanas , el Papa Benedicto XVI la ha denunciado abiertamente, todos se han sentido en el deber de hacer burlas.
Volvamos a Salzkotten, con el caso de la última madre encarcelada que circula sobre la wed ahora más que nunca, pero con una avaricia de noticias que deja la boca abierta. Que en un mundo sobresaturado de información una madre que vive en el corazón del mundo civilizado, a un tiro de piedra de nuestras telecámaras siempre ávidas de noticias y de nuestros periódicos siempre sensacionalistas, se pase un mes y medio en prisión por resistencia a un programa público de un colegio y que el hecho sea ignorado por los periodistas, es cuando menos desconcertante.

Traducción: José Martín