jueves, 24 de febrero de 2011

CARTAS DEL DIABLO A SU SOBRINO (Lewis) IV

IV

Mi querido Orugario:

Las inexpertas sugerencias que haces en tu última carta me indican que ya es hora de que te escriba detalladamente acerca del penoso tema de la oración. Te podías haber ahorrado el comentario de que mi consejo referente a las oraciones de tu paciente por su madre «tuvo resultados particularmente desdi¬chados». Ese no es el género de cosas que un sobrino debiera escribirle a su tío..., ni un tentador subalterno al subsecretario de un Departamento. Revela, además, un desagradable afán de eludir responsabilidades; debes aprender a pagar tus propias meteduras de pata.

Lo mejor, cuando es posible, es alejar totalmente al pacien¬te de la intención de rezar en serio. Cuando el paciente, como tu hombre, es un adulto recién reconvertido al partido del Enemigo, la mejor forma de lograrlo consiste en incitarle a recordar o a creer que recuérdalo parecidas a la forma de repetir las cosas de los loros que eran sus plegarias infantiles. Por reacción contra esto, se le puede convencer de que aspire a algo enteramente espontáneo, interior, informal, y no codifi¬cado; y esto supondrá, de hecho, para un principiante, un gran esfuerzo destinado a suscitar en sí mismo un estado de ánimo vagamente devoto, en el que no podrá producirse una verdadera concentración de la voluntad y de la inteligencia. Uno de sus poetas, Coleridge, escribió que él no rezaba «moviendo los labios y arrodillado», sino que, simplemente, «se ponía en situación de amar» y se entregaba a «un sentimiento imploran¬te». Esa es, exactamente, la clase de oraciones que nos conviene, y, como tiene cierto parecido superficial con la oración del silencio que practican los que están muy adelantados en el servicio del Enemigo, podemos engañar durante bastante tiem-po a los pacientes listos y perezosos. Por lo menos, se les puede convencer de que la posición corporal es irrelevante para rezar, ya que olvidan continuamente —y tú debes recordarlo siem¬pre— que son animales y que lo que hagan sus cuerpos influye en sus almas. Es curioso que los mortales nos pinten siempre dándoles ideas, cuando, en realidad, nuestro trabajo más eficaz consiste en evitar que se les ocurran cosas.

Sí esto falla, debes recurrir a una forma más sutil de desviar sus intenciones. Mientras estén pendientes del Enemigo, esta¬mos vencidos, pero hay formas de evitar que se ocupen de El. La más sencilla consiste en desviar su mirada de Él hacia ellos mismos. Haz que se dediquen a contemplar sus propias mentes y que traten de suscitar en ellas, por obra de su propia volun¬tad, sentimientos o sensaciones. Cuando se propongan solicitar caridad del Enemigo, haz que, en vez de eso, empiecen a tratar de suscitar sentimientos caritativos hacia ellos mismos, y que no se den cuenta de que es eso lo que están haciendo. Si se proponen pedir valor, déjales que, en realidad, traten de sentir¬se valerosos. Cuando pretenden rezar para pedir perdón, déja¬les que traten de sentirse perdonados. Enséñales a medir el valor de cada oración por su eficacia para provocar el senti¬miento deseado, y no dejes que lleguen a sospechar hasta qué punto esa clase de éxitos o fracasos depende de que estén sanos o enfermos, frescos o cansados, en ese momento.

Pero, claro está, el Enemigo no permanecerá ocioso entre¬tanto: siempre que alguien reza, existe el peligro de que El actúe inmediatamente, pues se muestra cínicamente indiferente hacia la dignidad de Su posición y la nuestra, en tanto que espíritus puros, y permite, de un modo realmente impúdico, que los animales humanos arrodillados lleguen a conocerse a sí mismos. Pero, incluso si Él vence tu primera tentativa de desviación, todavía contamos con un arma más sutil. Los hu¬manos no parten de una percepción directa del Enemigo como la que nosotros, desdichadamente, no podemos evitar. Nunca han experimentado esa horrible luminosidad, ese brillo abrasa¬dor e hiriente que constituye el fondo de sufrimiento perma¬nente de nuestras vidas. Si contemplas la mente de tu paciente mientras reza, no verás eso; si examinas el objeto al que dirige su atención, descubrirás que se trata de un objeto compuesto y que muchos de sus ingredientes son francamente ridículos: imágenes procedentes de retratos del Enemigo tal como se apareció durante el deshonroso episodio conocido como la Encarnación; otras, más vagas, y puede que notablemente dis¬paratadas y pueriles, asociadas con Sus otras dos Personas; puede haber, incluso, elementos de aquello que el paciente adora (y de las sensaciones físicas que lo acompañan), objeti¬vados y atribuidos al objeto reverenciado. Sé de algún caso en el que aquello que el paciente llama su «Dios» estaba localiza¬do, en realidad..., arriba y a la izquierda, en un rincón del techo de su dormitorio, o en su cabeza, o en un crucifijo colgado de la pared. Pero, cualquiera que sea la naturaleza del objeto compuesto, debes hacer que el paciente siga dirigiendo a éste sus oraciones: a aquello que él ha creado, no a la Persona que le ha creado a él. Puedes animarle, incluso, a darle mucha importancia a la corrección y al perfeccionamiento de su obje¬to compuesto, y a tenerlo presente en su imaginación durante toda la oración, porque si llega a hacer la distinción, si alguna vez dirige sus oraciones conscientemente «no a lo que yo creo que Sois, sino a lo que Sabéis que Sois», nuestra situación será, por el momento, desesperada. Una vez descartados todos sus pensamientos e imágenes, o, si los conserva, conservados reco¬nociendo plenamente su naturaleza puramente subjetiva, cuan¬do el hombre se confía a la Presencia real, externa e invisible que está con él allí, en la habitación, y que no puede conocer como Ella le conoce a él... bueno, entonces puede suceder cualquier cosa. Te será de ayuda, para evitar esta situación esta verdadera desnudez del alma en la oración, el hecho de que los humanos no la desean tanto como suponen: ¡se pueden encontrar con más de lo que pedían! Tu cariñoso tío,

ESCRUTOPO

Gritarán las piedras: los fundamentos del retiro de la imagen de Nuestra Señora de Luján del salón de Pasos Perdidos

Por Juan Carlos Monedero (h)

Nuestra Señora de Luján

Ruego al lector que por lo menos eche un vistazo diagonal a estas líneas.

El laicismo nos recuerda verdades que la formación catequística pretende hacernos olvidar: “Hubo una vez” en la Argentina algo llamado unión entre la Iglesia y el Estado, es decir, el ideal de la Ciudad Católica, la Cristiandad. “Hubo una vez” un cuerpo social que quería vivir públicamente según las leyes del Divino Salvador. “Hubo una vez” estatutos con fuerza de ley que exigían el respecto irrestricto de Cristo y de su religión. No en la edad media, sino en el siglo XIX, por si algún cronólatra acaba de estornudar.

Pase y lea. Se trata del retiro de la imagen “Nuestra Señora de Luján” del salón de Pasos Perdidos. Quieren reemplazar ese espacio único dedicado a la Virgen por imágenes relativas a la multiplicidad de creencias.

* * * * *

H. Cámara de Diputados de la Nación

PROYECTO DE RESOLUCIÓN

Texto facilitado por los firmantes del proyecto. Debe tenerse en cuenta que solamente podrá ser tenido por auténtico el texto publicado en el respectivo Trámite Parlamentario editado por la Imprenta del Congreso de la Nación.

Nº de Expediente 8492-D-2010

Trámite Parlamentario 184 (01/12/2010)

Sumario SOLICITAR A LA H. CAMARA EL RETIRO DE LA IMAGEN DE "NUESTRA SEÑORA DE LUJAN" DEL SALON DE PASOS PERDIDOS Y HABILITAR UN ESPACIO MULTIRRELIGIOSO AL QUE PUEDAN ACCEDER MIEMBROS DE DISTINTAS NECESIDADES ESPIRITUALES.

Firmantes BASTEIRO SERGIO ARIEL.

Giro a Comisiones PETICIONES PODERES Y REGLAMENTO RELACIONES EXTERIORES Y CULTO.

La Cámara de Diputados de la Nación

RESUELVE:

1.- Disponer el retiro de la imagen de "Nuestra Señora de Luján" que se encuentra entronizada en el Salón de Pasos Perdidos.

2.- Habilitar en el ámbito de la Cámara un espacio reservado de carácter multirreligioso al que puedan acceder sus miembros para satisfacer sus necesidades espirituales.

FUNDAMENTOS

Señor presidente:

Por iniciativa de la entonces diputada nacional Nélida del Carmen Parra y decisión de quien en esa época presidía a esta H. Cámara el 8 de setiembre de 1997 se procedió a la "Solemne Entronización de la Imagen de la Santísima Virgen María bajo la advocación de Nuestra Señora de Luján Patrona de la República Argentina" (1) en el Salón de Pasos Perdidos de esta casa que nos alberga.

Al día siguiente una escueta crónica del matutino La Nación daba cuenta de que habían participado de la ceremonia "el presidente de la Cámara de Diputados Alberto César Pierri, el secretario de Culto Ángel Miguel Centeno, el obispo de Mercedes-Luján monseñor Emilio Ogñénovich, el obispo de la Eparquía Armenia monseñor Vartán Waldir Boghossián y el presbítero Espósito de la Catedral de Luján además de otros miembros del cuerpo legislativo".

Agregaba el periódico que durante el acto la diputada Parra había manifestado: "Sé que desde su lugar María pacificará los espíritus, templará las ideas, alejará a los malvados e iluminará a quienes gobiernan nuestra querida Argentina en un eterno mensaje de amor y comprensión. Ella seguramente inspirará a este cuerpo legislativo lo que es mejor para lograr el bien común".

Previamente el entonces titular de la Cámara había escrito: "Al entronizar la imagen de Nuestra Señora de Luján no reconocemos tan solo en ella su carácter de Reina y Madre de los argentinos y de tres repúblicas del Plata (el subrayado es nuestro) sino también su sabiduría maternal que nos ayuda a comprender los porqués de las causas justas a superar los dolores y las adversidades y que nos guía hacia el bien común hacia metas sanas y honestas que por difíciles que nos parezcan habremos de alcanzar".

Recordando que nuestra Constitución Nacional dedica dos artículos -el 14º y el 20º- para garantizar la libertad religiosa, las profundas creencias expresadas por la diputada (mc) Parra y por el ex presidente de esta casa no merecen más que nuestro debido respeto.

Sin embargo lo dicho por una y otro nos remiten a épocas preconstitucionales en las que la relación del Estado con la Iglesia Católica Apostólica Romana se encuadraba en lo que el Dr. Carlos S. Fayt denomina "sistema de unión o armonía perfecta" (2) y en el que hay una profesión de fe católica por parte del Estado que además sujeta su actividad política y legislativa a los principios católicos" (3) .

Al decir preconstitucionales nos referimos a los sucesivos y fallidos ensayos para la organización nacional que se iniciaron con el Estatuto Provisional del 5 de mayo de 1815 que en su segundo capítulo titulado "De la Religión del Estado" establecía:

Artículo 1º: La Religión Católica Apostólica Romana es la Religión del Estado.

Artículo 2º: Todo hombre deberá respetar el culto público y la Religión Santa del Estado.

En la misma línea pero avanzando un poco más el "Reglamento Provisorio para la Dirección y Administración del Estado" dictado en 1817 por el Congreso de Tucumán disponía: "Todo hombre deberá respetar el culto público y la Religión Santa del Estado: la infracción de este artículo será mirada como una violación de las Leyes fundamentales del país”. (el subrayado es nuestro).

El mismo Congreso de Tucumán pero ya trasladado a Buenos Aires aprobó la Constitución de1819. Según ella "La Religión Católica Apostólica Romana es la Religión del Estado. El Gobierno le debe la más eficaz y poderosa protección y los habitantes del territorio todo respeto cualesquiera que sean sus opiniones privadas". A continuación ratificaba que "la infracción del artículo anterior será mirada como una violación de las leyes fundamentales del país".

Finalmente la Constitución de 1826 sostenía que "su religión (la de la Nación Argentina) es la Católica Apostólica Romana, a la que prestará siempre la más eficaz y decidida protección y sus habitantes el mayor respeto sean cuales fueren sus opiniones religiosas".

Estas definiciones previas a la Constitución que nos rige hubiesen dado sustento tanto a lo declamado por la diputada (mc) Parra y el ex presidente Pierri como a la entronización de una imagen católica en un ámbito público estatal como es el Salón de Pasos Perdidos.

Sin embargo la Constitución de 1853 produjo un cambio en el vínculo del Estado con la Iglesiamediante su actual artículo 75 que en su inciso 22 le otorga al Congreso de la Nación la atribución de "aprobar o desechar (...) los concordatos con la Santa Sede".

Desde la vigencia de esta atribución del Congreso de la Nación la relación Estado-Iglesia se inscribe en lo que para Fayt es el "sistema de la colaboración o de concordato" que implica que el Estado negociando en igualdad de condiciones con la Iglesia fija mediante un acuerdo los respectivos campos de actividad.

Esta demarcación de incumbencias convirtió al Estado argentino en un Estado no confesional y fue lo que le permitió sancionar en las décadas inmediatas a la sanción de la Constitución de 1853 las denominadas "leyes laicas" -entre ellas la de Educación Común la de Matrimonio Civil y la de creación del Registro Civil- todas destinadas a transferir a la órbita estatal funciones que hasta entonces estaban bajo tutela eclesial.

Esta Cámara de Diputados como tales parte del Estado no confesional. Por cierto ello no implica desconocer el derecho de sus integrantes a profesar libremente su culto pero el ejercicio irrestricto de ese derecho no los habilita a instalar en un ámbito público y plural como es el Salón de Pasos Perdidos símbolos propios de una determinada religión que por su sola presenciapueden alterar el espíritu de quienes no comulgan con ella. Y mucho menos a pretender que el objeto de su devoción sea el que inspire "a este cuerpo legislativo lo que es mejor para lograr el bien común" o el que ayude a sus miembros "a comprender los porqués de las causas justas".

Al respecto es bueno recordar que vivimos en una sociedad que registra una creciente diversidad de adscripciones en términos culturales, políticos, ideológicos y religiosos entre otros. Bajo estas circunstancias el Estado tiene un doble desafío. Por un lado garantizarnos la libertad para vivir en consonancia con nuestras convicciones. Por otro asegurarnos la pacífica y cordial convivencia en el marco de nuestras divergentes miradas. En el tema que nos ocupa la casa que nos alberga como diputados y diputadas de la Nación debe constituirse en un ámbito imparcial ante el universo de confesiones, único modo de respetar a todas por igual, garantizar igualdad de trato a quienes las profesan y no interferir en las convicciones de aquellos que no adscriben a ninguna de ellas.

Al proponer el retiro de la imagen de la Santísima Virgen María entronizada en el Salón de Pasos Perdidos no desconocemos que muchos/as de nuestros/as colegas que son sus devotossentirán que pretendemos privarlos de la ayuda espiritual que ella les brindaría.

Lejos está ello de nuestra intención. Entendemos que en esta casa se desempeñan fieles de las más diversas confesiones que en ocasiones necesitan de un ámbito apto para reflexionar a la luz de sus creencias. Es por ello que proponemos la habilitación en este edificio de un espacio reservado y de carácter multirreligioso al que puedan acceder todos aquellos que necesiten vincularse con sus respectivas deidades.

Convencidos de que nuestras propuestas apuntan a garantizar la igualdad de oportunidadespara el ejercicio de la libertad religiosa que reconoce la Constitución Nacional solicitamos la aprobación del presente proyecto.

(1) Así se titulaba el tríptico con membrete de la H. Cámara que fue distribuido previamente para publicitar el acto.

(2) Derecho Político. Depalma, Bs. As., 1985, Tomo I6ª edición inalteradap. 345/346

(3) Carlos Lombardi. "Símbolos católicos en dependencias del Estado. Aportes para el debate". Buscar en la Web.


FUENTE: http://santaiglesiamilitante.blogspot.com

Cuántos protestones hay en la Iglesia católica

Decía Georges Bernanos hablando de la Iglesia que de ella lo había obtenido todo, y que nada podía llegarle si no era a través de ella, y con ello definía algo que es el común sentir de todo católico de bien, que no es otro que saberse hijo de la Iglesia e ir a donde ella le lleve.

La Iglesia, como toda familia, tiene gente de todo tipo dentro, y como buenamadre que es, se esfuerza por preservar la unidad de sus hijos, haciendo a veces gala de una paciencia infinita en su papel de también ser maestra, enseñando y corrigiendo como fiel guardadora que es del depositum fidei.

Cualquiera que viva una eclesiología sana y bien fundada sabe el papel de autoridad y guía que la Iglesia tiene- a través de sus legítimos pastores- en el desempeño de su perenne misión entre los hombres y en todo lo concerniente a la fe.

Eso sí, basta caminar un tiempo en la Iglesia para darse cuenta de que una cosa es el oficio y otra la persona, por lo que encontrarse con gente que es una auténtica prueba es el pan nuestro de cada día, y a nadie debe escandalizar eso si se tiene el suficiente sentido común para entender la pasta de la que está hecha nuestra débil humanidad.

Por eso mismo me sorprenden las ganas de quejarse de todo que a veces se respiran en la Iglesia, pues aunque no seamos protestantes en el sentido de romper con Roma, muchas veces nos quedamos dentro siendo unos auténticos protestones más papistas que el papa.

Ya sea por exceso o por defecto, por consevadurismo o por progresismo eclesial, a veces uno se pregunta dónde queda la visión sobrenatural de saber que Dios ya lo sabía todo cuando decidió establecer la Iglesia, y que cuenta con nuestra humanidad como parte de ella, y que a fin de cuentas es su Espíritu Santo quien la gobierna, por más que los hombres nos empeñemos en no hacerle ni caso y no escuchar su voz.

Pensando en todo esto me acordaba de la parábola del hijo pródigo, en la que quien parecía el hijo obediente resultaba ser el más distante del padre, por más que se hubiera quedado en la casa a diferencia del hermano de vida disoluta.

En el fondo era un protestón, que cumplía la voluntad de su padre, pero sin amar a su padre, demostrándonos que en esto de vivir en cristiano, todos corremos el peligro de creernos justificados a la primera de cambio, olvidándonos de lo traicionera que es la soberbia de vida que nos lleva a creernos que sabemos más que nuestro padre.

Al menos a mí me pasa constantemente, y a Dios le pido un corazón distinto, que por un día deje de protestar por todo y de querer que se hagan las cosas a su manera, porque al final lo que más descansa es hacer las cosas a la manera de Dios...

FUENTE: http://www.religionenlibertad.com