No
todos los seres humanos son héroes. Sólo una pequeña parte, aquellos que de lo
bueno eligen lo mejor; aquellos que siempre quieren más y no se contentan sólo
con cumplir; aquellos que quieren, buscan y logran darlo todo de sí, solo ellos
son los que merecen ser llamados héroes.
No
es fácil ser héroe, no todos quieren serlo. Algunos se contentan con lo pandito
de las orillas y ni siquiera se detienen a pensar en sumergirse en la
profundidad de una entrega generosa que ensancha el alma hasta el infinito.
¿Y
tú? ¿Por qué postura has optado? ¿Acaso la comodidad de una vida sin apuros ni
preocupaciones, donde la inquietud más grande sea la de vestirte con la ropa de
marca y a la moda? ¿O estás entre aquellas almas que buscan superarse para demostrar
que todo lo que han recibido de Dios lo pueden y lo quieren intensificar?
¿Cuál
es la diferencia entre un pequeño lago y el profundo océano? El lagos es
tranquilo, no inquieta a los botes que sosegados descansan sobre sus aguas. El
lago está rodeado de orillas que lo limitan por doquier. Mientras tanto, lejos
de la serenidad, se halla el temible océano. Profundo, inquieto, magnificente.
No se contenta con orillas que lo limiten y rompe con sus olas para ganar de a
poco un trozo más de terreno. Siempre vivo y desplegado demuestra con su
tenacidad que no está hecho para cosas pequeñas, y nadie pretende adentrarse a
él en una minúscula barcaza.
¿Con
cuál de estos dos ejemplos te identificas? ¿Quieres ser héroe, distinto del
resto, ejemplo para generaciones futuras? ¿O te contentas con pasar por esta
tierra sin ruido ni esfuerzo?
Cuando
San Pablo nos propone revestirnos de las virtudes de misericordia, bondad,
mansedumbre, paciencia, etc., no nos está llamando a otra cosa distinta de la
heroicidad. “…como elegidos de Dios, santos y amados…” San Pablo nos está
llamando a ser hombres y mujeres virtuosos.
Pero
¿quién es un hombre virtuoso? ¿Qué es la virtud? Un hombre virtuoso es aquél
que lucha sin desfallecer. Aquel que busca vencerse y vencer. Lucha contra sus
inclinaciones torcidas, con todo aquello lo detiene en la búsqueda de la
felicidad que no es otra cosa que la perfección. El virtuoso es señor y amo de
sí mismo. El hombre virtuoso posee hábitos que lo disponen a obrar fácil,
pronta y gozosamente en la búsqueda del bien.
No
es fácil ser virtuoso. Es más, en la tierra siempre vamos a estar en la
búsqueda de la perfección mas no la vamos a hallar completamente en nosotros
mismos. Pero sí que podemos mejorar; y eso es lo que busca un héroe.
¿Estás
dispuesto a cambiar el mundo? O lo que es más difícil aún ¿Estás dispuesto a
cambiarte a ti mismo para plasmar en tu rostro el dulce rostro de Cristo? En
otras palabras, ¿Estás dispuesto a ser feliz?
Tú
decides sobre ti mismo a través de tus actos; realizas o impides tu propia
perfección, que consiste en amar a Dios y al prójimo, y que culminará en la
unión beatífica.
¿Qué
vas a entregar hoy para ser héroe y dejar una huella imborrable en la
eternidad?
M.M.