Los padres entran primero, tratando de no hacer ruido, seguidos de sus dos hijos. Se santiguan, hacen algo parecido a una genuflexión y buscan un sitio por atrás. Unos feligreses tienen que recoger las piernas para que los cuatro puedan pasar por encima del reclinatorio. Sonrisita complaciente y caras de perdón y gracias.
Cuando se sientan, el cura ya va por la segunda lectura. Durante la homilía, miran aburridos al sacerdote; luego al niño, que le ha dado por tocar el bolso de la señora de adelante, y de nuevo al sacerdote, a ver si acaba.
Durante la comunión, el señor se sienta, como acostumbra a hacer desde hace años, y ella va a comulgar, aunque sabe que una visita previa al confesionario no le iría nada mal.
Acaba la misa. Antes de que el cura haya llegado a la sacristía, la familia López ha salido a toda prisa de la iglesia, como si fuera a estallar una bomba. "Es que así nos ahorramos la cola", le explicaron hace unos meses a uno de sus hijos que le dio por preguntar. Los López ya han cumplido por esta semana. Hasta el domingo que viene, en su familia no se volverá a oír hablar de Dios. "Para eso tienen a las monjas del colegio", se justificaría la señora López si le preguntaran.
Pero este domingo, el cura se ha referido en su homilía a las palabras que Benedicto XVI refirió hace unos años en Alemania. En Munich, Benedicto XVI habló a las muchas familias Lópezque, tal vez, abundan en nuestras iglesias. Lo hizo con gran cariño, casi en tono de súplica, pero dejando claro cuál es el papel de lospadres católicos. "¡Queridos padres! Les pido que ayuden a sus hijos a crecer en la fe, les pido que les acompañen en su peregrinaje hacia la Santa Comunión, en su viaje hacia Jesús y con Jesús. Por favor, vayan con sus hijos a la iglesia! (…) Verán que no es tiempo perdido; al contrario, es lo que puede mantener a su familia verdaderamente unida y centrada. (…) Y, por favor, recen juntos en casa también, en las comidas y antes de acostarse".
Los López no han salido hoy a trompicones de la parroquia. Se han quedado unos segundos rezando. Tal vez, esta semana, en casa de los López se hable por primera vez de Dios.
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